La privacidad es un asunto colectivo

Mucha gente da una explicación personal de por qué protegen o no su privacidad. A quienes no les importa mucho se les escucha decir que no tienen nada que ocultar. Quienes se preocupan lo hacen para protegerse de empresas sin escrúpulos, de estados represivos, etc. En ambas posiciones se suele asumir erróneamente que la privacidad es un asunto personal, y no lo es.

La privacidad es un asunto tanto individual como público. Los datos obtenidos por grandes empresas y gobiernos rara vez se usan de forma individualizada. Podemos entender que la privacidad es un derecho del individuo en relación con la comunidad, como dice Edward Snowden:

Argumentar que no te importa la privacidad porque no tienes nada que esconder no es diferente a decir que no te importa la libertad de expresión porque no tienes nada que decir.

Tus datos pueden ser usados para bien o para mal. Los datos recogidos de forma innecesaria y sin permiso se suelen usar para mal.

Los estados y las grandes empresas tecnológicas violan flagrantemente nuestra privacidad. Muchas personas dan su tácito beneplácito argumentando que no es posible hacer nada para cambiarlo: las empresas tienen demasiado poder y los gobiernos no van a hacer nada para cambiar las cosas. Y ciertamente esa gente acostumbra a dar poder a empresas que ganan dinero con sus datos y le está diciendo así a los estados que no va a ser una piedra en el zapato cuando quieran implementar políticas de vigilancia masiva. En el fondo, dañan la privacidad de quienes se preocupan.

La acción colectiva empieza en el individuo. Cada persona debería reflexionar si está dando datos propios que no debería, si está favoreciendo el crecimiento de empresas antiprivacidad y, más importante aún, si está comprometiendo la privacidad de sus allegados. La mejor forma de proteger la información privada es no darla. Con una visión consciente del problema pueden apoyarse proyectos en defensa de la privacidad.

Los datos personales son muy valiosos —tanto que algunos los llaman el «nuevo petróleo»— no solo porque pueden ser vendidos a terceros, sino también porque dan poder a quién los tiene. Cuando se los damos a gobiernos, estamos dándoles poder para que nos controlen. Cuando se los damos a empresas, les estamos dando poder para que influyan en nuestro comportamiento. En última instancia, la privacidad importa porque nos ayuda a preservar el poder que tenemos sobre nuestras vidas, el que tanto se empeñan en arrebatarnos. Yo no voy a regalar ni malvender mi datos, ¿y tú?

Los profesores no te enseñarán a programar

Me sorprende que haya gente que ha experimentado de primera mano cómo funciona el sistema educativo y sigan pensando que podrán aprender a programar asistiendo a clases.

Dudo mucho que puedan aprender algo de mucha utilidad de docentes que se esconden tras un escritorio y carecen de experiencia real en la programación. Es absurdo pretender aprender algo útil sobre bases de datos de alguien que jamás a diseñado o trabajado con una base de datos compleja en el mundo real y solo se dedica a repetir lo que han escrito otros en libros de texto.

Durante mi experiencia en el mundo laboral he podido comprobar de primera mano la inutilidad de años y años de universidad. Yo, que no he estudiado programación en la universidad, supero con creces a quienes han pasado años asistiendo a clases, ¿cómo es posible?

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Contra las redes 5G

Las llamadas redes de quinta generación (abreviadas 5G) están siendo impulsadas y propuestas por las grandes empresas de telecomunicaciones con una gran agresividad. Con ellas se quiere reducir la latencia, transmitir más datos por segundo y lograr una conectividad masiva de dispositivos.

Sin embargo, poco hablan quienes publicitan estas tecnologías sobre los grandes peligros que conllevan, entre otras cosas, para la salud, el medio ambiente y la libertad individual. Para las empresas de telecomunicaciones y gobiernos resulta muy rentable obtener tan grandes cantidades de datos, porque sabrán constantemente lo que hace la gente.

La tecnología 5G supondrá una mucho mayor exposición a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia respecto a las ya existentes (2G, 3G, 4G, Wi-Fi...). Desplegar esta tecnología supone también grandes costes económicos y ecológicos asociados a la construcción e instalación de nuevas antenas, satélites y dispositivos.

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Las arrobas, barras y equis no se entienden

Hay gente que usa arrobas, barras, equis o incluso asteriscos con el objetivo de usar un lenguaje no sexista. Para que os hagáis una idea muestro algunos ejemplos:

  • Lxs interesadxs pueden contactar conmigo
  • Saludos a tod@s l@s asistentes
  • Trabaja de camarer*
  • El cambio fue positivo para las/os trabajadoras/es

Usar estas formulas en formato digital es una mala idea porque dificulta mucho la escucha a personas que usan lectores de pantalla.

Como ejemplo, he generado varios audios con el programa espeak. El primer texto proporcionado es «Lxs interesadxs pueden contactar conmigo». El resultado no es muy comprensible...

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